Porque cada piedra cuenta... "Vía de la Plata y Vía Dalmacia"...

La calzada romana era el modelo de camino que utilizaba Roma para la organización de su Imperio. La red viaria fue utilizada por el ejército en la conquista de territorios, y que, gracias a ella se conseguía movilizar grandes efectivos con una rapidez nunca vista hasta el momento. En el aspecto económico desempeñó un papel fundamental, ya que el transporte de mercancías se agilizó notablemente. Las calzadas también tuvieron gran influencia en la difusión de la nueva cultura y en extender por todo el Imperio la romanización. 

Las calzadas romanas, unían las ciudades de todos los puntos de Italia y, posteriormente, las del Imperio con los centros de decisión políticos o económicos. De ahí, el dicho “todos los caminos conducen o llevan a Roma”.

Los viajes eran sencillos y rápidos para la época, gracias a una organización que favorecía una comodidad relativa para sus usuarios. Pensadas, en primer lugar, para uso militar, serán el origen de la expansión económica del Imperio, y después de su final, facilitando las grandes invasiones de los pueblos bárbaros.

A medida que el Imperio se fue extendiendo, la administración fue adoptando el mismo esquema en las nuevas provincias. En su apogeo, la principal red de carreteras romanas llegó a tener aproximadamente 100.000 kms. Los comerciantes romanos se dieron cuenta de inmediato del interés de tales ejes. A diferencia de otras civilizaciones del Mediterráneo que habían basado su desarrollo casi exclusivamente en sus puertos, los romanos, utilizaron su red de vías en paralelo con su flota comercial. Esto fomentaría los intercambios con el interior del continente y sería el origen de su rápida y efectiva expansión. Regiones enteras se especializaron y comerciaron entre ellas (vino y aceite, cereales, cerámica y productos cárnicos, entre otros)

El proceso de elaboración de las calzadas, comenzaban tomándose la decisión de la construcción. Una vez hecho esto, la delimitación de la ruta era encomendada a los topógrafos, denominados “mensores romanos”. Los topógrafos utilizaban los instrumentos necesarios para el replanteo de las vías romanas, con el objeto de replantar las alineaciones de la carretera.

De forma general, las vías romanas se caracterizan por ser muy rectilíneas en los terrenos llanos. Además, solían evitar al máximo las inmediaciones de los ríos y las zonas inundables. Cuando había que cruzar un río, la vía pasaba por un puente, (construido para tal efecto) que generalmente era piedra. En las curvas, solían ensancharse con el objeto de que permitieran girar con más facilidad los carruajes.

Después de tomar las medidas, los topógrafos señalaban la ruta por medio de hitos. Para completar la preparación del trazado se llevaba a cabo el desmonte y la tala de árboles.

Como norma general, la construcción avanzaba simultáneamente en varias secciones independientes de distancia variable. La construcción se encomendaba, entre otros, a empresas constructoras especializadas cuyos contratos se realizaban por funcionarios autorizados expresamente a ello. En ocasiones colaboraban las legiones, cuando la estructura administrativa civil no estaba aún impuesta en ese territorio.

El proceso de construcción de una calzada consistía en varias fases diferenciadas, que proporcionaba a estos caminos una extremada durabilidad que, en algunos casos, ha permitido que lleguen hasta nuestros días y podamos observar estas autenticas obras de arte.

En las ciudades, las calles solían adoquinarse o bien, se cubrían con losas de piedra dispuestas de forma regular. Llegando este revestimiento como máximo hasta el final de los cementerios situados a las afueras de la ciudad.

El perfil final de la calzada es parecido a un trapecio con los desniveles bastante tendidos, lo que permitía un fácil flujo del agua de lluvia a las cunetas o bien, al exterior del terraplén. 

La calzada solía ir delimitada lateralmente en paralelo por cunetas a ambos lados de la calzada, a unos veinte metros de distancia, que delimitaban la zona que era desarbolada para la explanación y que era lo equivalente al dominio público de la calzada.

Para conocer la distancia recorrida y el camino restante hasta el siguiente lugar de descanso, los viajeros que transitaban por las calzadas disponían de los llamados “miliarios”; que eran unos hitos de piedra de forma cilíndrica y de grandes dimensiones, en los que además de la información propia de señalizaciones viarias se recogían otros aspectos relacionados con la calzada, como eran la época de construcción y el nombre del emperador reinante o las reparaciones realizadas en el camino

La altura total de las sucesivas capas., respecto al terreno principal sobre el que discurría la calzada, era de 2 a 4 pies romanos, variando la anchura de la zona de rodadura entre 4,5 y 8 m según la importancia de la calzada y la dificultad de los lugares que la misma atravesara.

Dependiendo del tipo de material con el que se construían se distinguían en varias categorías: 
  • las “terrenae”, que eran las calzadas de tierra, siendo las más comunes 
  • la “glarea stratae”, era una calzada empedrada con guijarros o pequeños cantos rodados, zahorra 
  • las “silice stratae” eran de piedras de tamaño medio.
La calzada ideal, construida en la mejor época del Imperio, era la que llegaba a las grandes ciudades. Tenía hasta un metro de espesor, y constaba de los siguientes elementos:
  • El “statumen” o cimientos que se adecuaban a las características de la zona.
  • El “rudus”, una capa de cascajos sobre los cimientos.
  • El “nucleus”, directamente encima del rudus, se extendía arena y cal mezclada con cantos rodados y todo ello apisonado.
  • El “pavimentum -summa crusta o summa dorsum”, de losas encajadas con piedras más pequeñas y trozos metálicos. Su superficie, estaba peraltada en las zonas necesarias, y ligeramente abombada, para la evacuación del agua de lluvia.


Además de esto, también había varios tipos o clases de vías, según su importancia, y estas eran las siguientes:
  • Las “viae publicae” que eran las principales vías del Imperio, además de ser las arterias de la red de rutas que unían las ciudades más importantes y destacadas entre ellas. Era el Estado el que podía hacerse cargo de la financiación de su construcción, pero requería una contribución por parte de las ciudades y propietarios de las zonas atravesadas por estas vías que debían garantizar su mantenimiento. 
El promedio constatado del ancho de las viae públicae era de 6 a 12 metros. A menudo llevan el nombre de la persona que inició el proyecto de su construcción 
  • Las “viae vicinales” partían de las vías públicas y permitían unir entre ellas varios pueblos grandes en la misma región. Evidentemente, éstas eran, la mayoría de las vías de la red. La anchura media de una viae vicinalis era de alrededor de 4 metros.
  • Las "viae privatae", unían las principales propiedades, las villae, con las vías vecinales y las públicas. Eran privadas, y por tanto, reservadas para uso exclusivo del propietario, que la financiaba en su totalidad. La anchura media de una via privata era de 2,50 a 4 metros.
Son varias las calzadas romanas que aún se conservan y a lo que a nosotros nos atañe, nombraremos a dos de ellas, que por unos u otros motivos hemos tenido y tendremos siempre presente, ambas son, la Vía de la Plata y la Vía Dalmacia.

La Vía de la Plata: (Iter ab Emerita Asturicam), era un antiguo camino tarteso, que los romanos adecuaron y perfeccionaron para el tráfico de mercancías y personas. La famosa Vía de la Plata, salía de Mérida por el puente del río Albarregas, pasando entre otros municipios, por Aljucén, Cáceres, Baños de Montemayor, Salamanca, Benavente, la Bañeza, finalizando en Astorga. 

Su nombre actual es de origen árabe, ya que cuando éstos invadieron la península, allá por el siglo VIII, la calzada se encontraba en buen estado de conservación y el camino estaba empedrado, “B´lata”. Siguió en uso y en buen estado hasta el reinado de los Reyes Católicos. 

En la actualidad, la nacional N-630 sigue el trazado de la antigua vía romana. Cada 25 millas los romanos instalaron una especie de hospedería (mansio) con servicio de comidas, con cuadras, venta o alquiler de caballos y carruajes, con un destacamento militar.

En el caso de nuestra comarca, el Valle del Alagón, podemos decir que la Vía de la Plata atraviesa territorios del mismo, en concreto, 37 de esos kilómetros, pasando por los términos municipales de Holguera, Riolobos, Galisteo, Aldehuela de Jerte, Valdeobispo y Carcaboso. A lo largo de todo el paso de esta Calzada romana por nuestras poblaciones, los romanos fueron dejando todo un reguero de cultura implícita en su legado de restos de incalculable valor que permanecen aún ocultos, enterrados en su secretos, y otros que fueron apareciendo, la mayoría fruto del expolio de saqueadores del patrimonio nacional, y que hoy se encuentran diseminados por todo el territorio e incluso el extranjero, formando parte de las colecciones de Museos y particulares. La principal huella visible que podemos observar anexa a esta Vía en el territorio de la Comarca del Alagón son los miliarios romanos que existen en la localidad de Carcaboso. En el resto de poblaciones existen pequeños vestigios poco visibles, aunque un profundo estudio de la zona, sin duda, sacaría a la luz numerosos hallazgos que nos sorprenderían. Ejemplo de ellos, sería el caso de Holguera, donde la casualidad hizo que tras una riada provocada por una lluvia torrencial en 1943, el agua desbordó un puente situado en la carretera que une con Torrejoncillo e hizo que el terreno se erosionase y al mismo tiempo arrastase buena parte de la Calzada y quedaran al descubierto restos de construcciones, un mosaico, pequeños utensilios, monedas... En el término de Riolobos podía observarse uno de los puentes romanos que tenía la Calzada en el llamado arroyo del Boquerón del Rivero. Y sobre todo, en Galisteo, pueblo amurallado, la antigua Rusticiana romana, es una de las mansio destacadas del itinerario de esta Vía en el Valle del Alagón y que en la actualidad nos ofrece un variado patrimonio fruto de 2000 años de historia.


La Vía Dalmacia (Vía Dalmatica), era una vía secundaria que partiendo del Puente de Alconétar en el Tajo, unía Coria con Ciudad Rodrigo y Salamanca, atravesando la Sierra de Gata. 

Y, es que, Coria y la Sierra de Gata se transforman en una zona de tránsito y en nudo de caminos, ya que a través del Puerto de Perales pasaba la calzada que desde Turmulus (Alconétar) al Puerto de Perales por Caurium comunicaba, aparte de otros espacios de esta región, con la Mirobriga (Ciudad Rodrigo) de los vetones. Se trataba de un ramal de la Vía de la Plata (con la que conectaba por la mansio Rusticiana), que en la Edad Media pasó a ser conocida como la Dalmacia. La profunda romanización que de todo ello se infiere se plasma en la construcción defensiva de la Ciudad con sus murallas del Bajo Imperio o en los restos que aún a día de hoy, se conservan de su acueducto. El nombre de Portezuelo lo toma el municipio del puerto por el que cruzaba la calzada de la Dalmacia en época romana, que unía Coria y Alconétar. Las localidades de Gata, Villasbuenas de Gata, Cilleros, Moraleja o Torrejoncillo son núcleos que jalonan esta ruta y que con toda seguridad fueron refundados en villae y explotaciones romanas aprovechando asentamientos primitivos de culturas anteriores. 

Torrejoncillo era un punto estratégico primordial en el sistema defensivo de la calzada Dalmacia que serviría de enlace con el más que probable baluarte romano que ya existiría en Portezuelo. De aquí el nombre de Torrejoncillo, que significa “torre pequeña”, y que hace alusión a la que sin duda debió de existir en la zona. Esta idea viene reafirmada por los restos que se conservan en la Dehesa Boyal y que, según los más antiguos del lugar, pertenecían a un antiguo torreón, como supone el autor Florencio Javier García Mogollón, en su libro “Torrejoncillo, el arte en la parroquia y ermitas”.

Tanto la parte de la “Vía de la Plata” que transcurre por el territorio del Valle del Alagón (como antigua vía prioritaria), como “la Calzada Dalmacia” (como antigua vía secundaria), se encuentran en la actualidad convertidas en auténticas rutas de senderismo, señalizadas como tales, (SGR Vía de la Plata y SPR AL9 Calzada de la Dalmacia).
Desde hace unos años, la palabra Dalmacia forma parte del vocabulario habitual de muchos torrejoncillanos, dado que se ha asignado dicho nombre al Instituto de Educación Secundaria y es posible, que muchos de nosotros no hayamos caído en la cuenta, bien por desconocimiento o bien por indiferencia, a que es debido a esta bifurcación de la Vía de la Plata, que pasaba muy cerca de nuestro término municipal.

S.R.M.

4 comentarios:

kanito78 dijo...

Enhorabuena por el magnifico trabajo que estais haciendo con vuestro blog.

ASOCIACION CULTURAL TORREJONCILLO dijo...

Muchas gracias Jose María por visitarnos y por dejarnos tu opinión.
Saludos

cruzbike dijo...

Ahora que esta tan de moda el senderismo, cicloturismo y las rutas ecuestres que buena idea seria demarcar, señalizar todo su recorrido debidamente y publicar algun folleto informativo.

Anónimo dijo...

¿Ciudad Rodrigo de los Oretanos? ¿de dónde sale eso? Miróbriga, que es como se llamó C.R., estaba en territorio vetón. Rectifiquen y eviten errores en otras personas. Los oretanos estaban en parte de La Mancha, por la zona de Albacete.