Este año está declarado por la ONU Año Internacional de los Bosques. El objetivo de esta iniciativa es llamar la atención a toda la población de la importancia de los bosques en nuestras vidas y concienciar a toda la sociedad de las graves consecuencias de su desaparición.
Frente a la erosión, los árboles retienen la tierra, minimizan el riesgo de riadas, rellenan los acuíferos, mantienen la humedad, favorecen la biodiversidad con lo que se evita la aparición de plagas, absorben el CO2, ese gas responsable principal del efecto invernadero y, en definitiva, disminuyen las causas que precipitan el Cambio Climático.
Ha pasado mucho tiempo desde la época de Estrabón, el geógrafo grecorromano, a quién la tradición le atribuye la frase que aseguraba que una ardilla podía cruzar toda la Península Ibérica saltando de rama en rama, desde Gibraltar hasta los Pirineos. Hoy, 2.000 años después, nuestro paisaje ha cambiado mucho, demasiado. Ahora casi tendríamos que decir que para hacer este recorrido, nuestra ardilla tendría que saltar de centro comercial en centro comercial. La desertización es un tema muy serio y a nosotros nos afecta en particular por la posición geográfica de España. Tenemos una gran variedad de ambientes que nos da la privilegiada posición de ser el país de mayor diversidad biológica de toda Europa: estamos entre las frescas aguas atlánticas y las cálidas mediterráneas, contamos con largas cadenas montañosas e inmensas planicies, grandes alturas y profundos valles, zonas húmedas y de escasas precipitaciones. Toda esta riqueza natural conlleva una gran responsabilidad porque también somos el país de la Unión Europea de mayor riesgo de desertización, el 26% de los suelos españoles sufren una grave erosión con pérdida de muchas toneladas anuales de suelo fértil. Castilla-La Mancha, Andalucía y Murcia son las regiones más amenazadas. Estamos ante las mismas puertas del desierto. Si no tenemos un poco de cuidado con el impacto ambiental de nuestras actividades, y la forma en la que las desarrollamos, poco a poco perderemos la cubierta vegetal que aún conservamos, y con ello, lo habremos perdido todo.
En estos tiempos de crisis, cuando se ha disminuido la presión del ladrillo, es un buen momento para lanzar un plan serio de reforestación. Esto conllevaría la creación de empleo en zonas deprimidas, evitaría el abandono de los entornos rurales y generaría riqueza.
Cuando plantamos árboles,
plantamos semillas para la paz y la esperanza
(Wangari Maathai, Premio Nobel de la Paz 2004)
(Wangari Maathai, Premio Nobel de la Paz 2004)
En efecto, los árboles son todo eso y mucho más. No debemos olvidar que nuestro origen está en los bosques. Los árboles están presentes en todos los capítulos de nuestra historia, de nuestra cultura, de nuestra vida. Incluso aunque no pensemos en los bosques, al hablar siempre nos referimos a los árboles. Palabras tan diversas como materia, hígado, libro, empinarse… tienen su origen en nuestros compañeros verdes. Siempre los árboles están detrás de cualquier logro humano, como inspiración, soporte, materia prima o simplemente fascinación. Una vez le preguntaron a Gaudí cual era su mejor libro de arquitectura y él, apuntando a un árbol de la calle dijo: Ese, ese árbol de ahí fuera es mi mejor tratado de arquitectura.
Durante años he estado recopilando historias, leyendas, mitos y textos acerca de los árboles como queda plasmado en el libro “El alma de los árboles”, donde apreciamos una curiosa reflexión: Civilizaciones que no han tenido ningún contacto entre sí, han sentido lo mismo ante los mismos árboles y lo han sabido plasmar según su cultura.
Por encima de barreras idiomáticas, ideológicas o de cualquier tipo, los árboles constituyen un patrimonio común de todos los que habitamos este planeta
¿Y qué hacemos nosotros, los humanos, con toda esta riqueza natural?, por nuestra torpeza, cada año desaparecen más de 13 millones de hectáreas de bosques en todo el mundo. La desertificación avanza en una cuarta parte del mundo, más de 1.000 millones de personas en más de 100 países están viendo reducir sus medios de subsistencia. Estamos provocando nuestro lento suicidio, proceso que deberíamos detener. En nuestra mano está reducir nuestra huella ecológica, no malgastando recursos naturales, fomentando las reforestaciones con especies autóctonas y utilizando siempre productos forestales que tengan un certificado de gestión sostenible como el FSC, pues con la tala de cada árbol de los bosques naturales, el mundo se nos muere un poco más.
Miguel Herrero Uceda, naturalista
1 comentario:
Ojalá más pronto que tarde nos demos cuenta de que cuidando los árboles, cuidamos nuestra propia vida y la vida de los que después vendrán. Precioso artículo. Enhorabuena a la Asociación Cultural por este blog tan interesante.
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