"Aceña del Tío Amancio" (Pescueza), un tesoro por descubrir...


La Aceña del Tío Amancio se encuentra situada en las aguas del río Alagón en el término municipal de la vecina Pescueza. Es uno de esos lugares en los que una no se cansa nunca de ir, uno de esos lugares que te transmiten una paz especial, en los que parece que el tiempo se para a tus pies, escuchando el sonido del agua cuando choca con las rocas de la pesquera, cuando el sonido de los pájaros te invade y el olor a jara te envuelve, solo basta con cerrar los ojos y dejar la imaginación a volar. Es una de esas postales en vivo que alguna vez en la vida debemos visitar. 


Es uno de esos tesoros naturales que tenemos en la comarca del Valle del Alagón y que muchos paisanos de la comarca no conocen, a los cuales  aprovecho para animarles a visitarla.

Cómo llegar hasta este lugar es muy sencillo, partimos desde Pescueza, desde la Plaza del Álamo que nos llevará a las Cuatros Callejas, continuando en línea recta nuestro camino accederemos al Camino del Río, el cual seguiremos hasta llegar a esta joya de la naturaleza. (Dicho camino es practicable e idóneo para transitarlo andando, en bici o a caballo)
El camino transcurre por un espeso paisaje de bosque y matorral mediterráneo con abundancia de encina (Quercus ilex), jaras (Cistus ladanifer L.), y retamas (Retama sphaerocarpa L).

Al principio podemos pensar que se trata de un sendero simple, de poca belleza, pero no nos precipitemos, solo es el inicio, porque de repente nos adentramos en un inmenso mar de jaras, con ese olor tan característico y ese colorido blanquecino que otorgan al campo en primavera. Un mar, que nos invita a proseguir en el camino; para hacernos desviar la vista y dar paso a un enrevesado arroyo que nos acompañará hasta el final del camino, formando bellos berrocales y recovecos a su antojo; se trata del “Arroyo El Canchalón”; que sin duda, deja al fotógrafo bellas panorámicas y un sin fin de postales naturales de inigualable belleza, pudiendo inmortalizar la vegetación típica de rivera, (sauces, alisos, fresnos…)

Empiezan a aparecer las impasibles encinas, con los portes tan característicos que tenemos en la región y que otorgan a nuestros campos esa riqueza natural propia de dehesas y bosques mediterráneos. Paisaje que nos acompañará también hasta el final del sendero.

Después de caminar un ratito, como una hora más o menos, si levantamos la vista, observaremos al fondo un bello puente de pizarra, intacto e impasible a los años. Al fondo y a la izquierda, tenemos erigida la famosa Aceña del Tío Amancio, en frente del puente, el gallinero, las porqueras y la casa del molinero del Tío Amancio, el último dueño de la Aceña y ya, al fondo, las aguas del río Alagón que siguen su curso abajo para topar con la presa o pesquera que comunica con la Aceña de Casillas, al otro lado del río.

Seguimos caminando y ahora el camino parece terminar, para continuar por una estrecha vereda que nos llevara a cruzar por el hermoso puente y que nos dará paso a la Aceña y a la bella panorámica que la naturaleza nos aporta.
Es difícil de explicar, pero sin duda muy fácil de disfrutar. Solo el sonido del agua contra las pizarras de la pesquera rompe un silencio y una paz que pocos lugares te aportan.
Grandes berrocales pizarrosos forman un espectacular puzzle de rocas con diferentes tonalidades que el agua, el viento y la erosión han ido trabajando con el paso de los años.

En cuanto a la Aceña, decir que es un edificio de pizarra que tenía cuatro plantas, de las cuales la más baja, está situada debajo del nivel de la puerta de entrada. Aquí estaba la noria, a la que llegaba el agua mediante una trampilla y que corría por un carril de madera encajado entre las piedras llamado comportales. El techo de esta planta se sustentaba en dos arcos de cantería, en las que apoyaba por arriba la piedra de moler.
La siguiente planta es la de la entrada, de gruesos muros con un techo abovedado de ladrillos. Tiene los huecos correspondientes para elevadores, eje y estanterías. Aquí estaba la molienda, es decir, las dos piedras giratorias. Se sube a la planta superior por unas escaleras estrechas. Aquí estaban la tolva, la deschinadora y el afilador. Otra escalera estrecha da paso a la última planta, con muros más estrechos. En esta planta se situaban la limpia y el cedazo, además del eje donde enganchaban todas las correas para mover los artilugios. Los elevadores unían la planta de la molienda con esta última.

En una época no muy lejana este edificio junto con otros similares en la comarca gozaron de una gran importancia y movimiento cuando la molienda estaba en pleno auge y en la cual, los habitantes del lugar aprovechaban la fuerza del agua para fabricar harina de trigo, siendo por tanto, sitio muy concurrido. Con el paso de los años y los avances tecnológicos fue cayendo en desuso y en un abandono casi por completo.

Aún así, sigue siendo uno de los parajes más bellos que he podido ver y disfrutar en Extremadura y fuera de ella, sin más un tesoro que tenemos dentro de nuestra comarca, el Valle del Alagón y que tenemos y debemos cuidar, proteger y mimar…

S.R.M.

No hay comentarios: